miércoles, octubre 21, 2009

Sabor a carne de oso

La guía, por otra parte, no la llevaba porque tuviese fe en ella, todo lo contrario. La rechazaba porque la consideraba una atadura, es más, como una criatura bastarda, un híbrido detestable de papel, nieve y roca. La llevaba de excursión para vilipendiarla, feliz cuando podía pillarla en un error, ya fuera a sus propias expensas o a las de sus compañeros de ascenso. (...)
-¿Y para bajar?
-Para bajar ya veremos -contestó. Y añadió misteriosamente-: Lo peor que nos puede ocurrir es que tengamos que probar carne de oso.
(...) Pero volvimos al valle por nuestros propios medios, y al posadero, que nos preguntaba riendo cómo lo habíamos pasado mientras miraba de reojo nuestras caras de loco, le contestamos descaradamente que habíamos hecho una excursión preciosa, pagamos la cuenta y nos fuimos con toda dignidad. Aquella era la carne de oso. Y ahora que han pasado tantos años, me arrepiento de haber comido poca, porque entre todo lo que la vida me ha concedido de bueno, nada ha tenido ni de lejos el sabor de aquella carne, que es el sabor de sentirse fuertes y libres, libres incluso de equivocarse, y dueños del propio destino.

Hierro
El Sistema Periódico

Cuentos Completos

Primo Levi
EL Aleph Editores
Barcelona 2009